Cruzo por el bosque perdido del tiempo. El calor y humedad frenan mi caminar en la nocturna tierra, que se va desgranando en cada paso que doy.
El corazón late fuerte, sonido que me acompaña en el silencio, como buen mensajero de que aún vivo.
Voy luchando contra miles de fantasmas para acercarme a ti.
Te veo entre las sombras, agitas tu mano queriendo sostenerme en cada caída.
Necesito descansar un rato. Cierro mis ojos, mientras mi cuerpo se pega en el lado del miedo.
¿Podré levantarme?
Soy juguete del destino,
De pasos errados,
De la culpa por no haber detenido el reloj,
De la miseria en que me deje rodear,
De soltar tu mano esa noche de luna llena,
De dejarte ir en ese último abrazo.
Me desquito la bronca, golpeando mis puños en el suelo.
Me hundo en el.
Tengo hambre de revancha, por todas las guerras que deje ir.
Mi garganta se seca sin el elixir de la vida.
Se me va cortando el aire, golpeo mi pecho tres veces.
Miro al cielo y exijo sacrificio.
Me río como loca.
Esta guerrera se siente abatida.
Te acercas a mi.
Se que no es real, tu no estás aquí. De tu boca salen palabras, que mis oídos cansados no logran descifrar. Me tomas entre tus brazos.
Tarde hemos venido a vencer al tiempo.
Lloras y mi piel seca absorbe cada una de esas lágrimas.
Me acercas tu brazo a mi boca, pero me niego a hacerte daño. Tus ojos me responden con enojo. Insistes y muerdes tu misma. Dejas caer sobre mi boca gotas de sangre.
¿Llegaremos a tiempo?
Cierro mis ojos disfrutando desesperada como el hierro se me incrusta en los dientes, saboreando con la lengua como cruza por el paladar hacia la garganta.
Mis brazos toman un impulso insostenible, agarran con fuerza el tuyo. Me juego la vida en esta última copa.
Mis latidos se aceleran, poniéndose en unísono a los tuyos.
Puedo sentirte respirar en cada trago, ver tus recuerdos, a que te has enfrentado este tiempo, a quienes has amado, has dañado.
Apoyas tu mano en mi pecho, pidiendo clemencia, esperando que pare.
Se que debo hacerlo, pero el filo de mis dientes, se niegan a desprenderse de tu carne.
Tomas mi mano con fuerza. Me hablas en la mente.
No te detengas, me dices, el amor es más fuerte, continúa, no me dejes en esta agonía.
Suelto tu mano, la sitúo en tu boca y rápidamente me tomas, me posees.
La sangre va y viene, corre por nuestras venas. Nos conectamos en todo, para todo.
El placer de estar al borde, se vuelve adicción.
Ninguna de las dos va a detenerse.
De repente, una puntada en el pecho, parecida a la de una aguja pinchando el alma, me despierta.
Abro mis ojos, estoy en mi cama, sola en la habitación.
Todo ha sido un sueño.
Sin creerlo, miro rápidamente mi brazo.
¿Y adivina que?
Tu marca está ahí!
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