¿Lo sentiste? - me preguntó…
¿Cómo no iba a sentirlo? Si casi se me cae el universo encima.
Así con todas las letras, aunque parezca exagerado, no lo fue. Solo hay que estar en un momento como ese para darse cuenta que tu mundo se achica, el tiempo se detiene y sólo estás vos y ella en ese sentimiento tan puro, como el final del placer, donde parece que todas las células de su cuerpo se unen al tuyo, te saludan y se alegran de verte; te abrazan y te transmiten un sentimiento de gloria, inalcanzable a las palabras conocidas para expresarlo.
A los minutos, mis preguntas en mi cabeza empezaron a ser, por ejemplo:
¿Y ahora cómo seguimos después de esto? ¿Cuáles serán las siguientes palabras a pronunciar después de ese silencio maravilloso de éxtasis? ¿Sería indicado dejarme llevar por ese sentimiento y despreocuparme? ¿Alzar mi fuerte y demostrarme atípica?, o ¿Decirle realmente que me hizo tocar el cielo con las manos?
Mientras en mi cabeza daban vueltas miles de ideas y pensamientos, ella solo se acercó y me preguntó:
¿Estás bien? (que pregunta más simple y práctica para este momento)
Mi respuesta sincera fue: Si, claro lo estoy. Suerte que no podía escuchar mis pensamientos, porque sino saldría corriendo, agradeciendo la buena noche y nada más. Suele pasar, que no les sorprenda esto. Porque hay de todo tipo y para todos los gustos.
De un segundo a otro me miró a los ojos y ahí iba yo, desvanecida en el tiempo, sometida a ese hechizo de amor y las preocupaciones o cuestiones fueron desapareciendo una a una, como cuando el arroz va cayendo en el agua hirviendo. A que esa idea nunca se la hubieran imaginado, ¿Cierto? Ahora la próxima vez que miren el arroz al verterlo al agua sabrán que así como el mismo cae, también pueden caer los problemas y preocupaciones.
Solo necesitan la herramienta precisa para lograr ese resultado.
El amor es un arte y ella era toda una artista para mi.
Esa noche logró convertirme en una princesa, me llenó el trono de gloria y alrededor podía oler a rosas rojas, recién mojadas por la lluvia.
De la nada, entre mimos y abrazos, empezamos lentamente a dormirnos.
Parecía un sueño, de esos que se esperan encontrar en la otra persona. Un momento de paz.
Así sucedió…
Al otro día, por la mañana temprano las dos dormíamos plácidamente, cuando de repente se escuchan llaves en la puerta. Parecían cadenas, me dio terror realmente escuchar como daba vuelta la llave sobre la cerradura, sabía que no podía ser algo bueno, digamos no me podía imaginar a su madre abriendo la puerta, porque por lo poco que sabía su madre no vivía con ella. Fue lo primero que descarté y lo segundo que afirmé, fue totalmente cierto.
Era una mujer, no muy grande, ni muy chica, digamos no podía ser un familiar. No, no, no…
Me había metido en un lío realmente. Esta mujer abrió la puerta de la habitación y ahí estábamos las dos, abrazadas, durmiendo de “cucharita” como se dice.
Lo que siguió en los segundos continuos fue aterrador, solo recuerdo que nunca me había vestido tan rápido en mi vida.
Esta mujer a los gritos diciendo algo como:
-¿No alcanzo a irme y ya traes a un gato a tu cama?
Les juro que no había gato en esa casa, a ella no le gustaban los animales, no entiendo porque razón lo mencionaba. Digamos, tampoco se me ocurriría tan pronto regalarle un animal, ¿Cierto?
Vamos al hecho, a mi personalmente no me gustan los dramas, así que rápidamente, ya vestida decidí alejarme tranquila por la puerta diciendo solo:
-Lo siento chicas, no me gustan los dramas, arreglen su vida. Bye bye… Ah! y gracias (y si, algo de ego tenía que mostrar ante tal momento de locura)
Por supuesto que la otra me decía:
-No, no te vayas, esto no es como parece, ella no es nadie.
Y yo, como chiste viejo me dije:
- Si, seguro, por algo grita como si fuera el fin del mundo.
Así que sin pausa, pero sin prisa, salí caminando tranquila…
Una vez en la calle pensaba en lo bárbaro que había sido la noche, recordaba cada centímetro de mi piel que había acariciado y me molestaba a mi misma pensar en eso y no pensar en, por ejemplo, esta otra mujer al borde de la histeria.
Los rayos del sol, delataban mis pocas horas de sueño, entonces decidí parar en un bar a tomar un café.
Necesitaba un poco tiempo para asimilar todo lo que había pasado.
Mientras trataba de entender las cosas y de afirmarme una y otra vez que eso iba a ser todo lo que tenía que ser, ¿adivinen que paso?
Con café en mano, medialuna a medio comer, sonó el teléfono.
Lo miré y sí chicas, era ella…
Las preguntas instantáneas fueron: ¿Qué hago? ¿Atiendo o no?...
No lo hice, dejé que sonara, porque de hecho tenía un ringtone de una música que me gusta mucho, entonces cantaba por lo bajo mientras sonaba.
Al segundo, empezaron a entrar un mensaje de texto tras otro.
A lo que me llevó a concluir en que sin duda esta chica estaba interesada en mi, lástima las circunstancias.
Todo empezó a dar vueltas en mi cabeza, la primer noche del café en su casa, la lluvia, el primer beso, lo mágico que se fue dando y la duda comenzó a entrometerse..
¿Cómo podía ser que una persona que se entrega así, tenga tantos dramas o situaciones sin resolver?
¿Por qué lo digo? Fácil, porque cuando uno está con dramas en la cabeza, va directamente a la siguiente frase:
-Mirá chiquita, mi situacion es esta. Solo quiero cama. (Me ha pasado también)
De lo contrario, ¿para qué explayarse en tanta charla de poeta enamorada?
Tranquilas, tan inocente no soy; se que puede haber mujeres que sean muy mentirosas y se hagan una historia fantástica sobre su vida y una caiga en su trampa, sin ni siquiera darse cuenta. Suele pasar también.
Noté enseguida que, por suerte, los mensajes dejaron de llegar. Ya estaba poniendo nervioso al mozo del frente que me miraba como diciendo “Es demasiado temprano para tanto ruido”, y tenía razón, hasta a mi me estaba empezando a alterar.
Decidí entonces no tomar ninguna decisión ese día.
Pero obvio que iba a leerlos a todos los mensajes para saber qué era lo que tramaba o cual era su excusa, su nueva creación fantástica, o su verdad más pura.
Entre tantos, se defendía diciendo que, era su ex, que hacía meses que se habían separado, que tenía las llaves porque todavía quedaban cosas de ella en su casa y que habían quedado en que pasaría a retirarlas, solo que había olvidado que iba a ser esa mañana. Pedía disculpas también por hacerme pasar por esa escena espantosa y pedía (en muchos mensajes repetidos) que le atendiera, que no quería que las cosas quedaran así, que yo era fantástica y bla bla bla bla (todos esos bla son palabras bonitas).
Sabía que tenía que pensar muy bien en responder o no y que no lo decidiría ese día.
Y así fue...
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