miércoles, 17 de abril de 2013

El aire que respiro

Embriagaba mi alma de calles desiertas,
Donde la soledad y la muerte,
Jugaban a acompañarme hasta el fin de los tiempos...
Mi tiempo...
O su tiempo...
Que termina siendo nuestro mismo tiempo.
-No te sueltes. Le dije. Pero fue en vano.
Estaba ya desprendida con raíces intoxicadas,
Que jamás curaría.
Habrá una tregua - le comenté.
No más tregua - respondió -
Mi mundo es un infierno,
Contando el aire que ya
No llega y espero.
No quiero ser objeto de ejemplo,
Ni llenar conciencias vacías,
Me canse de caminar
Pisando pozos que yo misma provoqué.

No tenía la fuerza para detenerla
Y por más que quisiera,
No podía entregarle una solución.

Y a cuantos dioses le recé... -comentó.
-A cuantas estrellas adoré...
Noche tras noche y mi cuerpo
Sólo revela falsos profetas,
Mientras apresuradas figuras
Desfilan visceralmente a milímetros de mi,
Con obligados gritos que purgan
Minutos de respiro, aunque sus murmullos me acompañan
Atendiendo celosos cada herida.
¿Para que más? Dime para que más - concluyó.

En su lecho, sosteniéndola entre mis brazos, le pregunté:
-¿Cambiarías de saberte sana hoy?
Ella despidiéndose respondió:
-Lo cambiaría sólo por un
Minuto más con vos.

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