Octavio le dijo a Sofía:
-¿Por qué me está pasando esto?
Sofía respondió con voz suave, pausada y melodiosa; (como la de un ángel cuando te despierta por las mañanas; o el saludo de buenas noches de una madre o padre):
-Es tu destino.
Octavio se negaba rotundamente y refutó:
-Sofía, no lo quiero! ¿No puedes ver acaso que no me hace bien?
-No te hace bien querido Octavio, porque aún no has aprendido a dejar ir los problemas de los demás.
Octavio era un chico que desde su niñez se dedicaba a prestarle atención a la gente, sus palabras, sus dudas, sus cuestiones, así mismo a aconsejarle y a mejorar su animo.
Tenía un don. Solucionar problemas ajenos.
Clara su compañera de jardín, una tarde de escuela, lloraba sin parar. La maestra había probado de muchas maneras hacerla parar, sin lograrlo.
En su ultima idea, la llevó al patio para ver si los juegos de recreo lograban parar con ese llanto, que hasta a ella misma empezaba a dolerle.
Sin lograrlo, entró a buscarle un vaso de agua, de manera desesperada sin saber ya que más hacer.
Octavio estaba ahí, lo había visto todo, escapándose de la clase, llamándole la atención claramente, de la condición de Clara.
El a notar que la maestra entraba a la sala, se le acercó; la miró sin decir una palabra, le puso la mano en el hombro, intentando consolarla. Clara volvió su mirada a él y le extendió su mano, mostrándole el dedo pulgar.
El problema estaba a simple vista, lógico solo para el que quiera o pueda verla. Tenía una astilla.
Con toda la suavidad posible Octavio retiró la astilla y Clara de a poco fue parando de llorar.
Octavio pensó:
Eso es!! Solo hay que observar!!
Con el correr de los años, Octavio se hizo famoso entre sus conocidos.
Pasaba largas horas de charlas con su gente, como los denominaba.
Siempre tenía una respuesta positiva para dar.
Persona que entraba a hablar con él, tristes o molestos, según su problema; salían sonriendo y renovados.
Algunos curiosos preguntaban cual era el gran misterio.
Su respuesta era simple y concisa:
Observar. Cuando una persona le dirige la palabra, escuchar atentamente. Conversar sobre el problema y emplear como solución algo por demás simple: un abrazo.
El estaba totalmente convencido que en un abrazo las almas se unían y entre ellas una pequeña guerra de energía habría; donde finalmente se complotarían y se igualarían en pos de estar "balanceadamente" niveladas; lo que le permitiría a la persona que venía mal, sentirse mejor.
Con el correr de los años, Octavio ya un hombre maduro, sentía que algo andaba mal.
Por las mañanas le costaba levantarse, durante el día se sentía agotado y por las noches, le costaba entrar en sueño.
Así pasando los días empezó a acortar la cantidad de horas que le ofrecía a la gente para tratarlas.
Era necesario para volver a retomar fuerzas, aunque pasaban los días y no podía juntar las energías necesarias.
Y de ese modo siguió acortando horas, hasta que llegó al punto que se ausentó por unos días en pos de su recuperación.
Sorpresivamente tras una semana de descanso, siguió del mismo modo. Se vio obligado a tomarse otra semana. Y así sin darse cuenta, meses pasaron, pero Octavio seguía igual.
Llegó al momento de decir basta. Pero consideraba que no era justo, primero para su propia vida, porque amaba hablar con las personas y ayudarlas. Y segundo por ellas justamente.
Entonces recurrió a Sofía.
Sofía era su ángel de la guarda.
Ella lo ha acompañado desde el principio de los tiempos.
Octavio recurría a ella todas las noches, a modo de agradecimiento, por la vida que le había tocado.
Pero esta última vez, había sido diferente. Él estaba agotado, desesperado por no poder recuperar sus energías y enojado con la idea de decir basta. Era un guerrero empedernido.
Sofía le dijo entonces:
_Calma mi querido Octavio, prometo que vas a mejorar y recuperar todas tus energías. Solo tienes que seguir estos pequeños consejos que te daré a continuación:
-Si viene alguien a contarte de sus problemas, escúchalo, aconséjale, abrázalo, pero no te impregnes de su problema. Déjalo pasar que su ángel no lo dejará sólo y pronto tendrá su solución.
-Si una mañana despiertas sin ánimo, escucha mi voz y siente mi mano ayudando a levantarte, porque un día maravilloso te espera. No demores el encuentro con el mundo que espera un pedazo de ti hoy.
-Si te sientes triste y tienes ganas de llorar, hazlo, desahógate. Durante mucho tiempo han tenido la mala costumbre de creerse menos al expresar tan puro sentimiento.
-Si sientes que te has equivocado, no te menosprecies, las equivocaciones nos dan sabiduría. Lo importante es no volver a cometer los mismos errores.
-Si te faltan fuerzas o energías, ten en cuenta que cada día es un nuevo despertar y todo el universo complota para llenarte de aire para respirar, calentarte con un bello sol y llenarte de energías de la tierra.
Octavio respondió:
_Tienes razón Sofía. No estoy solo. No se en que momento me perdí y olvide lo maravillosa de la vida y ayudar a los demás. Respirar es maravilloso, sonreír lo es, abrazar también, mirar al horizonte y llenarme de recuerdos hermosos, amar, sentimiento tan puro que cura todo malestar, la fe, la esperanza, el perdón, con uno mismo y para con los otros, la aceptación, el compromiso, la valentía y tantos más que me quedo corto.
Así es mi querido Octavio -dijo Sofía- ¡Ves! Estas lleno de energía. Has vuelto a creer.
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